La navidad,
tiempo de compartir amor, alegría y paz.
Navidad, tiempo de reflexión en aquel espíritu
de navidad, tantas veces escuchado, pero pocas veces sentido, como ahora.
Con la
navidad pasa como sucede con las cosas buenas de la vida; nos
acostumbramos tanto a tenerlas, que en
corto tiempo estas pierden su verdadero significado.
De igual forma con la navidad, cada año tenemos la navidad y nos
acostumbramos tanto a las festividades y
en la preparación de nuestras billeteras, que perdemos el punto, su verdadero
significado.
Creo que navidad,
más que comprar regalos es tiempo de regocijo en la celebración del nacimiento de Jesús el
Hijo de Dios. Realmente no me enfrasco en confirmar si realmente fue en navidad
julio o febrero; para mí es la celebración
porque un día nació el hijo de Dios, con esto ya tengo suficiente. Por lo tanto,
creo que es un hermoso tiempo no solo de celebrar si no de vivir el dar, el recibir y reflexionar en mi respuesta al
respecto; que es lo más importante. De
dar lo mejor que tengo de mí y recibir de igual forma con regocijo y aceptación
lo que otros de igual forma me vienen a dar, para mi ese es el verdadero espíritu
de navidad.
Hoy
escuchaba en la iglesia acerca de la anunciación que dio el ángel Gabriel a la
virgen María y me pongo en su lugar y pienso cual hubiese sido mi respuesta al
respecto? Sera que mi respuesta hubiese
sido de aceptación o negación, excusas, peros por los problemas que muy posiblemente me traerá esta
nueva situación en mi vida y entonces, pierdo la oportunidad de aceptar el
regalo más hermoso que alguna vez pudo existir? Cuantas veces perdemos la oportunidad única de
nuestras vidas por nuestra respuesta frente a una situación dada. Ojala nuestra respuesta fuese como la de María,
fe plena, aceptación y humildad.
Escribiré
una parte de la Biblia cuando el ángel Gabriel dio el mensaje a María.
Lucas
1:26-38Nueva Versión Internacional (NVI)
Anuncio del
nacimiento de Jesús
26 A los seis
meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea,27 a visitar a una
joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José,
descendiente de David. La virgen se llamaba María. 28 El ángel se
acercó a ella y le dijo:
—¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios!
El Señor está contigo.
29 Ante estas
palabras, María se perturbó, y se preguntaba qué podría significar este saludo.
30 —No tengas
miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—.31 Quedarás
encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Él será un gran
hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su
padre David, 33 y reinará sobre el pueblo
de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.
34 —¿Cómo podrá
suceder esto —le preguntó María al ángel—, puesto que soy virgen?
35 —El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así
que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios.36 37 Porque para
Dios no hay nada imposible.
38 —Aquí tienes a la sierva del Señor
—contestó María—. Que él haga conmigo
como me has dicho.
Con esto, el ángel la dejó.
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